¿Qué nos ocurre cuando nos quedamos embarazadas?
Una nueva vida está en camino. Es emocionante saberlo, pero también nos asusta a partes iguales. Y por eso nos surgen diferentes preguntas a cada un@ de nosotr@s y sufrimos emociones en el embarazo
- ¿Seremos buenos padres?
- ¿Estaremos preparados?
- ¿Sabremos qué hacer?
Son muchos los factores influyen en tus emociones:
- Cómo ha sido concebida esa vida.
- Si estuvo o no planificado.
- Hubo alguna pérdida anterior.
- si mi vida personal y laboral es estable.
- Si hubo deseo…

En una situación normalizada, estos miedos son normales, el miedo es una emoción que, aunque desagradable, nos viene a traer un mensaje y, en este caso, puedes usarlo a tu favor, que no te paralice y te haga depender de las opiniones externas. Puede estar haciendo que te pongas las pilas para formarte, para informarte, prepararte para lo que está por venir. Así que escucha a tu miedo.
Es verdad que pocas veces nos dicen lo cansados que vamos a estar, lo que nos va a doler, el terror a que les pase algo, el deseo a volver a nuestra vida anterior (¡cuánta culpa hay aquí ¿verdad?!) la sensación incluso de estar, en algunos momentos, al borde del precipicio, la angustia por no saber, la rabia por no poder poner límites a tiempo quizá a algún familiar “bienintencionado”, las discusiones o malestar en pareja hasta conseguir volver a encajar, las pocas ganas de sexo quizá, estar perdido por no saber cómo ayudar a tu compañera/o en la crianza… ¿te suena?
Hazte caso:
Tu instinto puede servirte de guía, necesitamos estar más conectados con nosotros mismos y nuestra naturaleza. Sentirnos como pareja cuando así la tengáis, apoyaros en el otro y comunicaros todo lo que necesitéis sin miedo al juicio (recuerda que la otra parte también está empezando a saber lo que es ser padre o madre de esa criatura) y da igual los hijos que hayáis tenido antes; siempre empezados de cero con la nueva criatura que nace.
Ay, pero ¿y qué pasa con nuestras expectativas?
Pues que nos suelen jugar una mala pasada. Idealizamos demasiado la crianza (la alimentación, el sueño, el desarrollo…) y eso nos pasa factura porque nunca llegamos. Cada hijo, cada ser humano es especial y único, es perfecto tal y como viene a este mundo. Evita comparar y juzgar. Las redes sociales nos venden una maternidad que solo es real ese momento de la foto o vídeo (y a veces ni eso) pero nada más.
Conclusión:
Tu tampoco necesitas ser un padre/madre perfecto, necesitas ser uno suficientemente bueno para tu hijo/a, un padre o madre presente, que se vincule de forma segura, que atienda a la diversidad y complejidad de cada uno de sus hijos, un refugio al que volver, que no juzgue y acepte a su criatura de forma incondicional.